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Si admitimos que un alguien que escriba, pinte, haga cine y música merece ser llamado hombre –o mujer– del renacimiento, pocos nombres hay en España más renacentistas que Luis Eduardo Aute.
Aunque conocido sobre todo por su faceta de cantautor, Aute (Manila, Filipinas, 1943) no sólo es el responsable de una treintena larga de álbumes y de algunas de las canciones más bellas de nuestro idioma, sino también de poemarios como La matemática del espejo o La liturgia del desorden, de películas como Un perro llamado Dolor y de varias exposiciones.
Pero, sobre todo, se trata de uno de esos intelectuales que, sin necesidad de excesivos aspavientos, nunca ha escurrido el bulto y siempre ha sabido implicarse en las grandes causas de la vida social y cultural española.
Ahora, en un momento de fuertes convulsiones y enrarecimiento generalizado, Aute vuelve a dar la cara con un nuevo disco, elocuentemente bautizado Intemperie, y una nueva entrega de sus poemigas, que ven la luz simultáneamente en la editorial bajo el título No hay quinto aniMalo. Con ese pretexto, conversamos acerca del estado actual del arte y la vida en general.
El título de su último disco, Intemperie, habla del momento de crisis económica que vivimos, pero también de la crisis interior del individuo. ¿Cuál de las dos tiene más difícil arreglo?
El mundo universo es ya una crisis. Del big bang salió una crisis galáctica, y desde entonces el universo es un gran caos. Eso lo impregna todo. El ser humano, por su parte, es una contradicción en sí mismo: nace sin haberlo pedido, sin saber por qué, haciéndose preguntas. ¿Crisis? La Naturaleza es pura crisis. Cada individuo lleva su cruz y hace su vía crisis…
Para los males de la economía ya hay muchos expertos devanándose los sesos. ¿Son ustedes, los músicos, los poetas, quienes tienen que ayudar a resolver los del alma?
Sí, creo que sí. Por algún lado habrá que respirar, y me temo que no será por los caminos de la política, ni de la economía.Si logramos respirar, será en el ámbito de la sensibilidad, la creatividad y la imaginación.
¿Se ha sentido alguna vez desde el escenario un médico, o algo parecido?
Médico, no. Psicólogo o psicoanalista, mucho menos. Tal vez sólo aspiren a dar un poco de compañía. Mis canciones, así me lo han hecho saber, han acompañado a la gente en momentos difíciles de su vida, han logrado que no se sientan tan solas. Con ser buena compañía me basta, no habrá sido inútil el esfuerzo.
Todo cambia a ritmo vertiginoso. ¿Ha cambiado también su idea de la música en los últimos años?
Creo que algo está ocurriendo, en todas partes. Está acabando una era, la era contemporánea que nació con la Revolución Francesa, y hasta aquí hemos llegado. Y estamos entrando en otra época, que no sé si llamar digital, o funeral, que se manifiesta en las crisis de pareja, de la comunicación, de la economía, de la creatividad, de la música… Entramos en la era de El si fuera…
Claro que usted, a lo largo de tantas décadas, habrá visto de todo en la industria musical. ¿Puede sorprenderse todavía con algo?
Bueno, creo que la industria del disco ya no existe. Está desaparecida. Lo está absorbiendo todo internet, que marca un antes y un después en todo.Ahora todo se hace por internet, desde transacciones financieras de alto rango hasta buscar pareja. Que viva la internetional.
Sin embargo, internet y otras nuevas tecnologías no han abolido del todo el concepto de canción. Todavía hay gente que necesita esos artefactos de tres minutos que cuentan una historia o emocionan.
Yo soy poco contador de historias, mis canciones se dan más bien dentro de la reflexión o de los sentimientos, del mundo de la imaginación… Digamos que me gusta más navegar por mares interiores, es lo que me apetece hacer y lo que he hecho casi siempre. Pero, en efecto, abolir las canciones sería como abolir el mismo sentido de la presencia del ser humano en el planeta. Las canciones y los poemas son necesidades del ser humano para justificar su existencia o entenderla. Si eso desaparece, no quedará nada. Todo sería una paradoja galáctica, una gran tomadura de pelo.
Usted ha cantado en inglés, francés, italiano… Siempre ha mostrado su rostro de ciudadano del mundo. ¿La globalización actual le refuerza en esa idea, o todo está ya visto?
Es curioso, pero he llegado a la conclusión de que el bicho humano no cambia. Es el mismo hoy que hace siglos: una paradoja con patas.Es la conciencia de que el universo existe, es el testaferro del universo. Tiene los mismos miedos, los mismos dolores, las mismas dudas que ayer. La ciencia, por su parte, da un paso para adelante y veinte hacia atrás… Algo como la expulsión de los gitanos rumanos de Sarkozy es anecdótico. No es que la Historia se repita, es que siempre es lo mismo. Sólo nos quedan los eufemismos, palabras diferentes para nombrar lo mismo. El bicho humano es un hijo de puta para sí mismo.
¿Qué le hace indignarse, saltar de la silla mientras lee el periódico o ve el telediario?
Hacerme saltar de la silla es cada vez más difícil, porque va pesando el tiempo y eres consciente de todo eso que acabo de contarte. En este momento lo que más me toca es la propagación de la estulticia, la apoteosis de la estupidez. No se puede estar en esta época, con todo lo que ha ocurrido en el mundo, y ser más idiotas que nunca.
Suelo preguntarle a mis entrevistados, por curiosidad, qué llevan en el casette del coche, o en el i-pod.
Para viajar me pongo una colección de canciones de Lennon, otra de Cat Stevens, otra de Leonard Cohen y otra de Dire Straits. En casa es otra cosa, pero para viajar llevo eso. Me las sé de memoria.
Ninguna canción en español…
No. Ni en español, ni mías.
Por último, hace años le pregunté a su amigo Silvio Rodríguez qué haría si una mañana despierta y descubre que las musas le han abandonado, que ya no tiene nada que decir. ¿Qué haría usted?
Verás, me pasa una cosa, y es que cada vez que acabo de escribir canciones para un disco, tengo la absoluta seguridad de que es lo último que voy a hacer. Y así llevo 40 años. Luego va pasando el tiempo, te hace cosquillas un motivo o una idea, y vuelves a hacer nuevas canciones. Pero en este momento soy capaz de afirmar que éste será mi último disco.