Voy a ser breve. Sobre todo para no correr riesgo de que la reseña me salga más larga que el libro. Exagero, como es obvio, pero no tanto. Si le quitamos a ¡Indignaos! el prólogo de Sampedro, el epílogo de los editores, las notas al final (del editor de acuerdo con el autor) y las páginas de respeto en medio, el libro de Hessel se queda en exactamente 24 páginas. Lo cual no es un defecto (aunque muchos editores y sus autores premiados aún siguen creyendo que el valor de un libro se mide en gramos).
¿Qué dice Hessel en 24 páginas que se capaz de sacudir los cimientos del mundo? Porque los ha sacudido: el libro ha sido traducido a más de doce idiomas y ha vendido ya más de tres millones de ejemplares ―en la cubierta de mi ejemplar en español se anotan los 300.000― y corre el rumor de que el nombre de los Indignados de la Puerta del Sol se deriva directamente de la cubierta de este libro. Corre el rumor de que el nombre de los Indignados de la Puerta del Sol se deriva de la cubierta de este libro(Y la Puerta del Sol, no lo olvidemos, no es una más: los fundadores de Occupy Wallstreet han dejado muy claro que es ahí donde se inspiraron, aparte de la plaza Tahrir).
Lo que dice, lo dice de forma concisa, lo cual se agradece mucho. Y es quién para decirlo: Stéphane Hessel, 94 años, alemán criado en París y naturalizado francés, de padre judío, se unió a la Résistance francesa, combatía, armas en mano, contra la invasión de la Alemania nazi, fue capturado por la Gestapo, sobrevivió casi por casualidad a los campos de concentración y fue, en 1948, uno de los destacados miembros del equipo que redactó la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Pero ¿qué es lo que dice?
En el fondo, Hessel no dice nada. Nada que no supiéramos ya. Cualquier lector más o menos atento con cierta ética y con cierta conciencia de lo que en España llamamos de izquierda habrá dicho lo mismo decenas de veces en las charlas de bar. No hay nada nuevo, ninguna revelación, y no siquiera está especialmente bien dicho. Al final, el valor del libro se reduce a que Hessel es quién para decirlo.
El empobrecimiento de los trabajadores es fruto de una economía en la que los ricos destruyen a los pobresEs quién para decirlo, cuando evoca su lucha contra la invasión nazi, nacida de la indignación, con la necesaria lucha contra las dos grandes amenazas que se ciernen sobre el mundo ahora: el abismo cada vez mayor entre pobres y ricos y la violación de los derechos humanos. Porque el empobrecimiento de las clases trabajadoras en Europa no es fruto de la casualidad ni de la falta de recursos: es fruto de una economía depredadora con la que los ricos destruyen a los pobres.
Stéphane Hessel puede decirlo porque estuvo ahí: estuvo en primera línea cuando Francia se reconstruyó sobre los escombros de la guerra mundial, cuando sindicatos y partidos de izquierda fijaron el contrato social, cuando se disponían, liberados del yugo nacionalsocialista, a diseñar una sociedad más justa. Entonces, aún entre escombros, había para todos, recuerda Hessel. Hoy, con un mundo infinitamente más rico, a los trabajadores se les niegan estos derechos bajo el pretexto de que no hay dinero. ¡Es indignante!
Hessel es quién para indignarse. Y es quién para denunciar, en tres concisas páginas, la ocupación de Cisjordania y Gaza ―esta “prisión a cielo abierto”― por parte de Israel, el único conflicto al que le dedica un espacio propio (quien haya estado en Palestina entenderá que no hay ningún conflicto más indignante que éste: los hay más crueles, más despiadados o más sanguinarios, pero no más indignantes).
Desde luego, aunque sus palabras no sorprenderán a nadie en España, precisamente esta parte ha sido utilizada en Alemania para acusarle de antisemita: al fin y al cabo la Gestapo le preparó el pelotón por maquis y no por judío. “Decir 'la violencia no es eficaz' es harto más relevante que saber si se debe condenar a quienes se entregan a ella”
Precisamente de la referencia palestina, y el reconocimiento de que lanzar cohetes desde Gaza es comprensible pero no sirve de nada, el autor pasa hacia lo que quizás sea la conclusión más nítida del libro: “Decir 'la violencia no es eficaz' es harto más relevante que saber si se debe condenar o no a quienes se entregan a ella”. Lo dice alguien que tomó las armas a los 24 años.
José Luis Sampedro, también de 94 años, se adhiere plenamente: “El terrorismo no es la vía adecuada contra el totalitarismo actual”. Ahí queda. Eso también lo sabíamos, pero no viene nada mal repetirlo de vez en cuando.
¿Y eso era todo? ¿Para eso tanto revuelo? Tal vez ésta sea una de las fuerzas del libro: no contiene nada con que podrían estar en desacuerdo tres millones de lectores (también me he leído ¡Comprometeos!, la larga entrevista que le hizo Gilles Vanderpooten, publicada también en Destino, y contiene mucho con lo que estoy en desacuerdo, principalmente por omisión).
Las páginas de ¡Indignaos! son poco más que un espejo en el que millones de personas ven reflejados sus rostros. O, lo que es lo mismo, en el que se refleja el Zeitgeist. Porque desde Tahrir a Syntagma y Puerta del Sol, desde el bulevar Rothschild a Wall Street, hay una cosa en la que todos están de acuerdo, y es que es indignante.
Autor:
Stéphane Hessel
Título:
¡Indignaos!
Género:
Ensayo
Editorial:
Destino
Páginas:
60
Precio:
5 €
Año:
2010
(2011)
Idioma original:
Francés
Traducción al español:
Telmo Moreno
Título original:
Indignez-vous!