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ESPAÑA · FRANCIA · ITALIA ¿Quién representa a los musulmanes? |
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[Publicado en: La Clave Nº 308 · 9 Marzo 2007] |
parís/madrid · 03/2007 · m. chanel/i. topper |
Los Gobiernos europeos eligen como interlocutores para negociar con las comunidades de inmigrantes musulmanes a entidades islámicas fundamentalistas,que no siempre reflejan la opinión de la mayoría |
EL ISLAM CONTRA la prensa. Así se podría simplificar el juicio cuya sentencia se promulgará el 22 de marzo en París. En el banquillo de acusados, el semanal Charlie Hebdo, que publicó, hace un año, las famosas caricaturas danesas de Mahoma y añadió otras de propia cosecha. El denunciante: el Consejo Francés del Culto Musulmán (CFCM), dirigido por Dalil Boubakeur y Fouad Allaoui. El detalle llamativo: la creación del Consejo fue impulsada, en 2003, tras años de negociaciones, por el ministro de Interior, Nicolas Sarkozy, para representar a los cuatro o cinco millones de musulmanes franceses. Ahora, el propio Sarkozy se pronuncia, como otros políticos, a favor de la revista y contra su criatura islámica.
Dounia Bouzar, socióloga de profesión, musulmana de religión, ex miembro del CFCM —fue la única mujer en su seno y dio el portazo al cabo de dos años— establece un diagnóstico brutal: “El CFCM está muerto”. Al politólogo Bruno Etienne no le da demasiada pena: “Para que el Consejo fuese representativo, se usó un criterio bastante imbécil: los socios de las mezquitas podían votar en función del número de metros cuadrados que tenía su lugar de culto. Yo siempre estuve a favor de crear ese Consejo, pero al saberse que más del 50% de los musulmanes no está afiliado ni a una mezquita, ni a una asociación religiosa, no tenía sentido hacerlo de esta manera”. El juicio francés arroja sombras sobre el papel de las grandes federaciones islámicas europeas que, en los últimos años, se han erigido en interlocutor de los Gobiernos europeos y aspiran a ser el portavoz de los 13 ó 14 millones de musulmanes, o ‘personas de trasfondo cultural islámico’, en la Unión Europea. La definición ya señala el problema: describir como musulmanes a todos los franceses con apellidos magrebíes es tan equívoco como llamar cristianos a todos los demás. Nadie conoce realmente las ideas de este sector de la población: la ley francesa prohíbe hacer referencia a la religión de los ciudadanos en las encuestas. Aiman Mazyek, secretario general del Consejo Central Islámico de Alemania (ZMD), fundado en 1994, ofrece números: “Según un estudio de la Universidad de Bochum, la mitad de los 3,2 millones de musulmanes en Alemania participa en una organización religiosa; el ministerio del Interior cree que sólo es el 15%; la verdad estará a medio camino entre ambas cifras”. Lo importante, añade, es que las cuatro grandes federaciones musulmanas del país representan “al 90% de las comunidades de mezquitas, que es donde se desarrolla la vida religiosa”. Injerencia extranjera Pero ¿quién domina las mezquitas? Un tema envuelto en polémicas. Por una parte, el Gobierno de Turquía mantiene en Alemania una delegación religiosa, conocida como DITIB. Compite con el Consejo Islámico, dominado por el movimiento Milli Görüs, cercano a los partidos islamistas turcos. La Federación de Centros Culturales Islámicos (VIKZ) es un movimiento jerárquico y ortodoxo, también turco. El ZMD, que engloba a muy diversas organizaciones, está dominado por alemanes conversos. Más obvia es la injerencia extranjera en Francia: el presidente del Consejo, Dalil Boubakeur, es gerente de la Gran Mezquita de París, financiada casi íntegramente por Argelia. Los vicepresidentes son Fouad Allaoui, de la Unión de Organizaciones Islámicas de Francia (UOIF), considerada cercana al movimiento integrista de los Hermanos Musulmanes, y Abdellah Boussouf, de la Federación Nacional de Musulmanes de Francia (FNMF), controlada por Marruecos. Dounia Bouzar nunca pudo encontrar su sitio entre estos clanes: “Yo quería representar a la generación que nació en Francia, pero me di cuenta de que sólo servía de coartada. Quienes tomaban las decisiones eran súbditos de sus países de origen, en una relación no sólo sentimental, sino también financiera y política. Francia se sirve del CFCM para arreglar sus cuentas con Argelia y Marruecos”. Relata que sus colegas no paraban de hablar por teléfono con sus embajadas, cual asamblea de diplomáticos. “Eso es tratar a los musulmanes como si fueran extranjeros, mientras que los jóvenes nacidos aquí no se consideran argelinos ni marroquíes, sino franceses”, cree la socióloga. Como testigo de las asambleas —a las que siempre asiste un delegado del Ministerio del Interior—, añade un detalle: “Cuando había una reunión importante, los dirigentes del CFCM desayunaban antes con Sarkozy. Cuando llegábamos nosotros, las decisiones ya se habían tomado”. El intento de ‘domesticar’ los órganos de representación de los musulmanes europeos no necesariamente garantiza un islam oficial moderado. Un modelo similar al francés se repite en Inglaterra con el Consejo Musulmán Británico (MCB), hoy dirigido por el bengalí Muhammad Abdul Bari. Según revela el diario The Guardian, esta entidad fue creada, en 1997, por el Ministerio del Interior, entonces en manos de Jack Straw. Fue encabezado hasta 2006 por el pakistaní Iqbal Sacranie, nombrado caballero por la Reina en 2005, pese a las polémicas causadas por su dura condena del escritor Salman Rushdie o su rechazo de la homosexualidad. Sacranie pidió una respuesta “pacífica” a las caricaturas danesas, pero exigió disculpas al diario que las publicó. Predicadores saudíes Entre los 30 grupos que forman el MCB hay algunos vinculados al partido islamista pakistaní Yamaat e-Islami; la web de otras —como Ahl e-Hadith de Birmingham— conduce al internauta a las páginas de predicadores saudíes que estiman obligatorio para toda musulmana el ‘burqa’, que oculta todo el cuerpo. Son opciones netamente más integristas que las habituales en el subcontinente indio, origen de la gran mayoría de los musulmanes de Inglaterra. Incluso la web del ZDM alemán desaconseja dar la mano a alguien del sexo opuesto, aunque no exista “una prohibición absoluta”. Un miedo al contacto físico que sorprendería mucho a la población musulmana tradicional, desde Marruecos hasta Iraq y Turquía, aunque se está generalizando entre los movimientos integristas modernos. Aiman Mazyek defiende también que el pañuelo islámico es obligatorio, aunque la importancia de la polémica prenda sería “mucho menor de lo que parece actualmente. Pero no hallará a ningún teólogo musulmán que lo tenga por innecesario”. En realidad, en Marruecos está difundida la opinión de que los ambiguos versos del Corán sólo exigen a la mujer llevar a gala una “decencia” general, no un trozo de tela concreto: el bikini no se considera pecado. En España, la Federación Española de Entidades Religiosas Islámicas (FEERI), dirigida por conversos, compite con la Unión de Comunidades Islámicas de España (UCIDE), creada en 1991 por el sirio Riay Tatari. Juntas forman la Comisión Islámica, interlocutora del Gobierno, aunque la FEERI acusa a la UCIDE de ser un instrumento de las autoridades y bloquear sus iniciativas. Hoy, la FEERI parece ganar la partida, a costa de radicalizarse: “Tres de los seis miembros de la nueva directiva tienen sueldo saudí” denuncia en su web la Junta Islámica, un grupo constituido en torno al histórico presidente de la FEERI, Mansur Escudero (reemplazado en este cargo por Félix Herrero en 2006). Añade que no sólo la mezquita madrileña de la M-30 difunde el estricto ideario wahabí, sino también las de Fuengirola, Málaga y Marbella. Mustapha El M’Rabet, presidente de la Asociación de Trabajadores Inmigrantes Marroquíes (ATIME), no oculta su antipatía por ambas entidades: “Tatari solía ser cercano a los Hermanos Musulmanes. Y desde la FEERI ya han pedido legalizar el matrimonio con más de una mujer (abolido en 2004 por la ley marroquí). Me ha dejado trastocado”. Posturas medievales La misma polémica saltó en Italia hace un mes, cuando el sirio Mohammed Ghrewati, cofundador de la Unión de Comunidades y Organizaciones Islámicas en Italia (UCOII), propuso legalizar la poligamia. Una postura “medieval”, según Souad Sbai, dirigente de la Asociación de Mujeres Marroquíes en Italia. Pidió a los intelectuales italianos “reaccionar para defender la libertad de todos” y exigió a las instituciones cesar su apoyo a las organizaciones fundamentalistas “como la UCOII, que no representa a los musulmanes de Italia”, en su mayoría magrebíes o albaneses. Pero las referencias para el debate público siguen siendo el egipcio Mohamed Nour Dachan, presidente de la UCOII, y la Mezquita de Roma, financiada por las embajadas de varios países islámicos. |
Holanda, que alberga a un millón de musulmanes, tampoco se libra de la radicalización de la segunda generación de inmigrantes. No obstante, el interlocutor del Gobierno, Abdullah Haselhoef, hijo de un judío holandés y una musulmana india y presidente del Grupo de Contacto del Islam (CGI), mantiene una línea muy moderada. La relevancia pública de los portavoces del islam francés —aunque sea a través de los tribunales— contrasta con la indiferencia de gran parte de los musulmanes de Francia. Mohamed A. trabaja en una asociación de un barrio marginal y dice sentirse “totalmente ajeno” al CFCM. “Si el Gobierno cree que se puede construir el islam de aquí y ahora con musulmanes de ayer y de allá, está muy equivocado”, resume. La gran incógnita es por quién votarán los cuatro millones de ciudadanos de ‘trasfondo musulmán’. Abderrahmane Dahmane, encargado de las relaciones con las asociaciones musulmanas en la UMP, el partido de Sarkozy, cree que “existe un voto musulmán” y se dedica a “estructurar minorías en el seno del partido”, fomentando asociaciones de negros, asiáticos y musulmanes. Dounia Bouzar sostiene que esta visión es errónea: “Con su enfoque comunitario, Sarkozy se ha equivocado: la experiencia del CFCM enseña que, al igual que los franceses, los musulmanes son incapaces de ponerse de acuerdo entre ellos”. |
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La propia estrategia de convertir al imán en portavoz político de su comunidad contradice las tradiciones magrebíes y otorga a los religiosos una nueva dimensión de poder, desconocida en sus países de origen. Quien no tiene altavoz es la masa de musulmanes no organizada en mezquitas o quienes no comparten la visión de las nuevas corrientes radicales. Eso sí, en Alemania acaba de fundarse, bajo protección policial, un Consejo Central de Ex Musulmanes. |
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