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EGIPTO El 'Vaticano' del islam, en declive |
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[Publicado en: La Clave Nº 332 · 22 Agosto 2007] |
el cairo · 08/2007 ·f. j. aguayo / d. iriarte |
Crece la influencia radical en la universidad Al Azhar, tradicional centro teológico del mundo musulmán suní. |
Pero el peso de este ‘Vaticano del islam’, que aspira a marcar la orientación de 750 millones de musulmanes en el planeta, es cada vez menor, incluso en Egipto. Uno de los motivos es la proximidad de la Universidad Al Azhar al Gobierno egipcio, poco popular entre los colectivos más religiosos. Otro, la división de opiniones en el seno de la propia institución, para nada monolítica. Cada muftí (jurisconsulto) del centro puede emitir la fetua o edicto que considere oportuna, algo que ha llevado a considerables tensiones internas. La más llamativa fue provocada por la invasión estadounidense de Iraq: fue el propio director de la oficina de fetuas de Al Azhar quien legitimaba en un edicto la lucha contra la coalición militar internacional. La reacción del rector, el jeque Mohamed Sayed Tantawi —tras una visita de los embajadores británico y estadounidense— fue ordenar el despido inmediato del muftí, declarando que “derramar sangre cristiana no está justificado en ningún caso”.La negativa de Tantawi a reconocer como mártir a un suicida palestino redondea una línea ideológica relativamente moderada o, al menos, acorde a los intereses políticos de Egipto. Tampoco sorprende: Tantawi fue nombrado en su cargo por el presidente egipcio, Hosni Mubarak, en 1996, tras haber sido Gran Muftí —la máxima autoridad religiosa estatal— durante una década. En los años noventa, Egipto vivió una ola de atentados terroristas y “Mubarak aprovechó el momento de máxima tensión social y política para nombrar jeque de Al Azhar a un hombre de su confianza y reconducir la institución definitivamente hacia posiciones fieles a las de su Gobierno”, afirma Tamir Moustafa, profesor de ciencias políticas. Equilibrismo Tantawi parece mantenerse en un difícil equilibrismo entre una ideología netamente conservadora y el apoyo a Occidente: cuando Francia prohibió usar el velo islamista en las escuelas y oficinas gubernamentales, apareció con una alambicada declaración: aunque era obligatorio llevar velo, este deber se podía obviar en un territorio no musulmán como Francia, porque “cada país es libre para actuar como quiera” y el respeto a la ley sería más importante. La polémica más llamativa saltó en mayo pasado, cuando Al Azhar expulsó a un clérigo por haber afirmado que una mujer no podía estar a solas en la misma habitación con un hombre que no fuera familiar suyo o al que no hubiera amamantado. Pero no quedó del todo claro si la sanción pretendía castigar la deriva integrista del muftí —por considerar ilícito que hombres y mujeres compartieran el mismo espacio— o su frivolidad al sugerir como solución un simbólico amamantamiento entre, por ejemplo, compañeros de trabajo. “Esta situación se les está yendo de las manos a las autoridades, puesto que mucha gente se siente culpable por cuestiones totalmente triviales”, comenta el experto en estudios islámicos Kamal Abul Magd, en referencia a la confusión creada por tantas opiniones religiosas contradictorias. Por otra parte, “Al Azhar no es el Vaticano, no tiene autoridad para controlar todo lo que se afirma en cualquier lugar del planeta en nombre del islam; de ahí que una fetua tiene mayor o menor repercusión en función del número de seguidores que tenga ese muftí”, afirma Gamal Essam Eldin, experto en religión del diario Al Ahram Weekly. De todas formas, sólo los suníes reconocen el prestigio de la institución cairota, mientras que los chiíes, mayoría en Irán e Iraq, suelen seguir fielmente las consignas del ayatolá —teólogo— al que más admiran o la escuela religiosa a la que se sienten más vinculados. Aunque Egipto es el único país musulmán fuera de África Negra donde se practica la mutilación genital femenina, Al Azhar solía mantener cierta ambigüedad al respecto. Aún en 1981 apoyó esta práctica, considerada aberrante en la mayor parte de las sociedades islámicas. Sólo en junio pasado, cuando el Gobierno de Mubarak declaró totalmente ilegal esta costumbre —gesto impulsado por la muerte de una niña de 12 años—, Tantawi declaró por primera vez que “se trata de una práctica no recogida en el Corán y, por tanto, contraria al islam”. Sucesos como éste llevan a muchos ciudadanos a pensar que el Gobierno intenta legitimar a través de la institución teológica medidas impopulares. Un ejemplo es la política de privatizaciones masivas que ha llevado al Estado a vender gran parte del patrimonio público y apoyada por Al Azhar, que también legitíma los intereses bancarios, ilícitas según los teólogos más estrictos. Por otra parte, la universidad exprime al máximo una de sus prerrogativas: la capacidad de censurar las publicaciones religiosas y, a veces, algunas seculares acusadas de tratar el islam de una forma ofensiva. Financiada casi en su totalidad por el Estado, la institución ha crecido sin pausa en los últimos años, hasta copar un 4% de las plazas de todos los centros de enseñanza egipcios, tanto universitarios como de secundaria y primaria. Cuenta ya con 48 facultades y ofrece un currículo en el que se mezclan asignaturas de jurisprudencia y teología con materias como medicina, ingeniería o agricultura. Cantera islamista Gamal Essam Eldin señala a La Clave que “el modelo educativo de Al Azhar está obsoleto, puesto que las materias religiosas se estudian con libros que no han cambiado desde la Edad Media. Los malentendidos entre los alumnos están a la orden del día, porque pueden pensar que comentarios anacrónicos y hasta peligrosos pueden ser aplicables hoy día”. La consecuencia, en el contexto de radicalización que vive parte de la sociedad, es que “Al Azhar se ha convertido en un vivero para el reclutamiento de militantes extremistas islámicos”, en palabras de Essam Eldin. “Muchos de sus estudiantes provienen de zonas rurales muy pobres con un bajo nivel cultural, por lo que a estas organizaciones les resulta muy fácil convencerlos”, asegura. Entre las organizaciones que están intentando convertir Al Azhar en una cantera para su causa destacan los Hermanos Musulmanes. El movimiento, fundado en 1928 por un alumno de esta universidad, Hassan Al Banna, lleva décadas luchando por convertir la fe en el fundamento de la sociedad y la política. Con su eslogan “El islam es la solución”, la hermandad consiguió una quinta parte de los diputados en las últimas elecciones legislativas, un éxito sin precedentes para una organización formalmente ilegal, cuyos candidatos se presentaban como independientes. En diciembre, unos 150 estudiantes de las facultades de Medicina y Farmacia se manifestaron frente a las oficinas centrales de Al Azhar encapuchados y ataviados con trajes militares similares a los de las milicias del partido palestino Hamás. Los medios de comunicación próximos al Gobierno aseguraron que tras la protesta se encontraba la mano de los Hermanos Musulmanes y acusaban a la organización de reclutar estudiantes para formar milicias armadas. Cuando las autoridades detuvieron a más de 50 alumnos miembros de la hermandad, los dirigentes de Al Azhar se mostraron conformes, “aunque deberían plantearse en qué medida el currículo de la universidad anima a estos jóvenes a abrazar ideas radicales”, opina Essam Eldin. “Mientras Al Azhar no cambie su política educativa, los jóvenes seguirán encontrando atractivos estos discursos radicales”, concluye. El analista político Amr Al Choubkei, en cambio, descarta que los Hermanos Musulmanes planteen un desafío militar al Gobierno. “No se trata de milicias armadas: son jóvenes cercanos a los Hermanos que protestaron por la ilegalización de un grupo de estudiantes”, afirma. No cree que los líderes de la hermandad apoyen estas acciones, pero “tampoco las condenan”. Desafío integrista El presidente de Al Azhar, Ahmed Al Tayeb, no tiene dudas de que se trata de un desafío de los Hermanos Musulmanes a la institución religiosa más importante del islam suní. “Su influencia entre los estudiantes ha aumentado peligrosamente en los dos últimos años; se han hecho incluso con el control de la mezquita universitaria para desafiar a las autoridades y desacreditar a los clérigos”, asegura Al Tayeb. No es ningún secreto dónde buscan inspiración las corrientes más fundamentalistas del islam: “Los primeros grupos radicales estaban compuestos por egipcios venidos de Arabia Saudí, adonde se habían trasladado tras las excarcelaciones masivas de miembros de los Hermanos Musulmanes que el Gobierno de Sadat llevó a cabo en los años setenta”, confirma Gamal Essam Eldin. El propio Mohamed Mahdi Akef, el casi octogenario líder actual de la hermandad, vivió durante años en Riad. El periodista añade que el retorno de los exiliados —que se habían familiarizado en Arabia con la más rígida de todas las interpretaciones islámicas— “llevó las ideas wahabíes a Egipto” y obligó a la universidad a adoptar “una línea moderada y diferenciarse de la escuela oficial del reino saudí”. Algo no siempre fácil: “La institución evita cualquier confrontación con quienes financian esas organizaciones, las corrientes wahabíes saudíes, ya que es bien sabido que Riad y El Cairo mantienen una alianza estratégica de extrema importancia para Mubarak”, concluye Essam Eldin. La estudiada ambigüedad del centro de pensamiento islámico por excelencia no deja de tener consecuencias: al no afrontar abiertamente los discursos de imanes islamistas apoyados por los fondos del reino saudí —como muchos de los que hoy llevan a cabo su misión en Europa— parece legitimar un ideario habitual en Arabia pero chocante en países como Marruecos, Siria o el propio Egipto de hace unas décadas. El cambio de rumbo es sorprendente si se recuerda que aún a mediados del siglo XX, el prestigioso teólogo Mohamed Abu Zahra, profesor de Al Azhar, criticó duramente la orientación wahabí y consideraba “de extrema gravedad” que intentaran imponer sus ideas “extremistas” a los demás. O no tanto: Mohamed Sayed Tantawi, jeque de Al Azhar, fue durante cuatro años, de 1980 a 1984, decano del departamento de interpretación del Corán en la universidad saudí de Medina. |
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