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La canción de Ammé
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mayo 2006 · anuska soriano |
Este relato es parte del proyecto de Educación para el Desarrollo "Cuenteatro", de la ONG RESCATE] |
Para que lo sepáis, mi cole mola bastante, tiene unas vistas que ya quisierais muchos. Cuando salimos al recreo vemos el mar, ¿a que mola?. Ayer la seño nos dijo que hoy vendría un niño nuevo, de un país del que no había oído hablar nunca: Turquía. Cuando llegué a casa, antes de irme a la playa, miré el Atlas dónde estaba Turquía. ¡¡Tampoco está tan lejos!!, yo me lo imaginaba por la India o algo así. Cuando mi madre me ha dejado hoy en el cole estaba ya nerviosa por conocer al nuevo, el de Turquía, y ver si era guapo. Cuando llega la seño deja el bolso y dice que ahora viene, y yo pienso “¡¡ya llega!!”. Por fin, la seño entra y detrás, super tímido, aparece el nuevo; es bastante guapo. Lleva una camiseta roja que mola bastante. La seño nos dice que el nuevo se llama Ahmed y nos pone el nombre en la pizarra, ¡¡jo, qué difícil de pronunciar!!. El niño se va a sentar a mi lado, aunque nos separa el pasillo. Durante la clase de mates no dejo de mirarle, él escucha a la seño con los ojos como platos y yo me río, porque me hace mucha gracia. Cuando acaba la clase le digo: “¡eh!, ¡Ammé!, ¿a que tú vienes de Turquía?”. Él me responde que sí, y me parece raro que hable nuestro idioma. “Chiquillo, ¿Cómo es que hablas tan bien?”, él chaval se pone tó colorao y me dice en voz bajita que ha vivido en Madrid antes, y que su padre se ha tenido que venir porque allí no tenía trabajo. Va, y toca la sirena, que un día de estos me a dejar sorda, y le cojo de la mano. Él me mira así con sus ojos grandes y le digo, “ven, que te enseño el cole”. La Lidia se viene con nosotros y vamos por los pasillos corriendo de un lado para otro. Por supuesto, nos pilla Ángel, que es un profe muy serio que no nos deja correr por ahí y nos dice que nos vayamos al patio. Vale. Salimos, y le digo a mi nuevo amigo que le voy a presentar a mis colegas. Entonces, cuando entramos en el patio y ve el mar se para y se queda así como alucinao. Y yo, claro, como soy una niña curiosa, le pregunto: “¿Qué te pasa, hombre?, ¿no te gusta el mar?”. Y ¡¡aquí viene lo mejor!!, el chaval me dice que cómo no le va a gustar, que él vivía en una ciudad super chula que se llama Estambul, y que allí hay un puente que separa dos continentes: Europa de Asia, y que su padre le enseñó a pescar. Parece que echa de menos su casa en Estambul. Entonces, como le veo triste le digo: “Oye, ¿te importa que te llame “Ammé”?”, es que no sé pronunciar tu nombre”. Él se ríe mucho, pero mucho, mucho y me dice que vale, que muy bien, pero que cómo me llamo yo. ¡¡Ostras!!, que no le he dicho mi nombre, es verdad… “Pues me llamo Libertad”. Con la tontería suena otra vez la sirena, que me da un susto que no veas. Y la verdad es que Ammé pega un bote que casi me muero de la risa. Ya se acostumbrará. Vamos para clase y parece menos tímido. A ver si me habla luego un poco más sobre Estambul, que parece una ciudad muy chula. Después de las clases y de todo el día soportando a toda la clase acercándose a mi nuevo colega, así como si viniera de Marte, salimos para casa. Mi madre sale tarde del trabajo y mi padre está trabajando fuera esta semana, así que me voy sola a casa, porque mis padres se fían de mi, que soy super responsable. Así que me acerco a Ammé, y le suelto “Oye, y a ti ¿te vienen a buscar?”, parece que sí porque veo a una señora que se acerca sonriéndole. Cuando me ve le pregunta, “hijo, ¿esta es tu amiga?, qué pronto haces amigos tú, ¿eh?”. Él sonríe y se pone tó colorao otra vez. Les acompaño un rato porque mi casa está cerca y de repente, sin venir a cuento, Ammé se pone a cantar, debe estar contento y yo es que me parto de risa. La canción es muy rara, igual es porque nunca había escuchado turco, pero me mola, parece bonito. Cuando acaba le digo que la canción es muy chula y él me dice una cosa rara; como me ve la cara de haba me explica que me ha dicho “gracias”, saca el cuaderno y me escribe: “Tesekür ederim”. Jo, pues el turco es super difícil, pero a ver si me enseña porque debe molar saber otro idioma. Llegamos a su casa y nos despedimos. Me voy a casita. Subo las escaleras deprisa, deprisa y ¡¡qué guay!!, tengo un superbocata para merendar. Pues nada, hago los deberes, iré luego a dar un paseo, ducha, cena y a la cama, que estoy reventá; y como dice mi madre que es muy lista, “mañana, será otro día de colegio”. |
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