MUY A PESAR DE que Sarkozy advirtiese de que esta novena intentona era “la última oportunidad", Líbano continua sin frenos y cuesta abajo. La presión internacional —ejercida mayormente por el enviado estadounidense David Welch— no ha conseguido que el Parlamento forme un nuevo gobierno. Después de meses de negociaciones y desde que el pasado 23 de noviembre, concluyese el mandato del pro-sirio Emile Lahoud, Líbano se encuentra descabezado, escenificando así su dramática fama de ingobernabilidad.

Nadie da su brazo a torcer. Sabedores de que sus fuerzas están relativamente igualadas los dos extremos tratan de estirar el pulso hasta lo indecible, provocando así un permanente estado de ansiedad a su castigada población, la cual tras quince años de cruenta guerra civil creyó ver la luz al final del oscuro siglo veinte. En este agotador tira y afloja los actores políticos y militares están consiguiendo acabar con la paciencia y los pronósticos de los mas sesudos analistas, pues en este debate tenemos de todo menos simplicidad, ya que los motivos que generan la inestabilidad son tan diversos como complejos. Por un lado, los chiíes de Hizbulá y Amal junto con el histórico líder cristiano, el general Michel Aoun. Y por el otro las minorías cristianas y suníes que se encuentran coaligadas en el movimiento 14 de marzo.

Ambos bandos parecen tener profundamente interiorizado el discurso belicista y han convertido la arena parlamentaria en una línea de fuego donde la constitución se usa como barricada y el sistema de votación parlamentario como alambrada. A esto además se unen los intereses y las ingerencias de un —no corto— número de países que de nuevo se interponen en el proceso de construcción del Estado soberano. De una manera u otra ya lo advirtieron, iraníes y norteamericanos, sirios e israelíes, Líbano es la disculpa y suya es la batalla. Visto esto cabe preguntarse: ¿a quien le interesa realmente un Líbano democrático e independiente?

Por último, las gentes de a pie también se preguntan que es más difícil: conseguir la tan ansiada paz, formar gobierno o averiguar quién mata a quién. Los más escépticos se lo toman con filosofía y los mas extremistas aparentemente no opinan, pero en lo que todos están de acuerdo es en que antes o después habrá sangre y parece que no se equivocan, pues el año se cierra con un elevado número de víctimas entre las que se encuentran militantes yihadistas, parlamentarios, generales del ejército, efectivos de la ONU y como siempre, civiles.