Este rol de las personas como parte del matrimonio está marcado en todo el ámbito mediterráneo por fuertes tradiciones patriarcales, cuya vigencia varía hoy de país en país, pero que se diferencian poco en lo esencial: tanto judaismo como cristianismo e islam consideran a la mujer propiedad del marido o, al menos, una persona puesta bajo su tutela.

En algunos países, sobre todo los de dominio islámico, estas tradiciones han pasado a formar parte del código legal vigente, aunque a menudo están en flagrante contradicción con las leyes que rigen la relación de mujeres y hombres fuera del matrimonio. El adulterio no se despenalizó en España hasta 1987, aunque las relaciones sexuales entre adultos solteros ya no estaban castigados por la ley. Y hasta hoy, un país como Argelia establece en su constitución la igualdad jurídica de hombres y mujeres... para luego exigir a la mujer obediencia al marido y al marido, que la mantenga económicamente. El divorcio sigue prohibido en un país cristiano, como Malta y está sujeto a la discreción del marido en buena parte de los países musulmanes y en Israel.

En todo el ámbito mediterráneo se ha considerado tradicionalmente que la conducta sexual de una chica afecta al honor de su familia; en algunos países de la parte oriental esta asociación va tan lejos que motiva los llamados 'asesinatos de honor': la reputación familiar sólo se puede restablecer asesinando a la hermana o hija considerada descarriada.